CONFLECTIVIDAD DE LA REPÚBLICA
SEMANA TRÁGICA
El 26 de julio de 1909
estalló en Barcelona una grave crisis política conocida como la “Semana
Trágica”.
La causa inmediata de la
revuelta fue el anuncio de la movilización de reservistas catalanes para reforzar
la guarnición de Melilla tras el ataque de grupos rifeños a los trabajadores
del ferrocarril que debía unir la ciudad con las minas de Beni-bu-Ifrur.
Además, la guerra era impopular entre las clases humildes, ya que la Ley de
reclutamiento permitía la exención del servicio militar pagando 1.500 pesetas,
el salario anual de un obrero de la época. Durante el embarque de las tropas
entre el 14 y el 18 de julio se produjeron disturbios cuando un grupo de damas
de la aristocracia acudió al puerto para entregar escapularios y tabaco a los
soldados que iban a embarcar.
La protesta, en principio
contra la movilización de reservistas, acabó derivando contra la guerra misma.
Se declaró una huelga parcial para el 26 de julio, que se generalizó
extendiéndose a poblaciones cercanas. El capitán general declaró el estado de
guerra, se levantaron barricadas y se produjeron multitud
de incendios de edificios religiosos. Para someter a los sediciosos
llegaron refuerzos de Zaragoza y Valencia. La protesta fue decayendo y el 2 de
agosto Barcelona había recuperado la normalidad.
Los datos oficiales arrojaban
la cifra de 3 muertos entre el Ejército y 75 entre los civiles, además de
cientos de heridos. Se practicaron más de 2.000 detenciones y los procesos se
prolongaron hasta mayo de 1910. Fueron ejecutadas cinco penas de muerte y 59 de
reclusión perpétua.
La Semana Trágica en la literatura y el cine:
“La ciudad quemada” “La piel de la revuelta”, Jordi Sierra i Fabra
(2007).
(título original “La ciutat
cremada”),
Antoni Ribas (1976)
EL PROBLEMA DE CASAS VIEJAS
Casas Viejas se convirtió en símbolo de las
libertades anarquistas y un emblema
para el movimiento campesino.
La llegada de la segunda República aumenta las esperanzas del
campesinado por las promesas de una Reforma Agraria que solucionará sus graves
problemas con la subsistencia diaria. Una mayoría abrumadora trabaja en el
campo, cuando puede, siendo sus condiciones de vida infrahumanas. La estructura
latifundista de la propiedad y su casi exclusiva dedicación a la ganadería hace
que el jornalero disfrute de escasas temporadas de trabajo y pase abundantes
penurias económicas. Los caciques y autoridades locales tratan de sofocar
cualquier intento de asociación proletaria del campesino aumentando la
crispación y la posibilidad de revueltas y conflictos.
A principios de enero de 1933 la CNT comienza a preparar una huelga
proletaria a nivel nacional que comenzaría en las grandes ciudades y se
extendería como un rejero de pólvora por todo el territorio español. La
revuelta de Casas Viejas queda al tanto de las noticias provenientes de Medina
Sidonia, pero el aislamiento y marginación tradicional hacen que los insurrectos de Casas Viejas comiencen un levantamiento solitario, proclamando el comunismo libertario.
Tras hablar con el alcalde, se dirigen al cuartel de la Guardia
Civil, donde se produce la primera víctima y los
intercambios de balas. Rápidamente los insurrectos se van a la sierra y llegan
refuerzos de la Guardia Civil y la Guardia de Asalto. Estos últimos llegan con órdenes expresas de sofocar la insurrección.
Se produce la búsqueda de los revolucionarios casa por casa, sin encontrar a nadie, hasta que se llega hasta la choza del viejo Seis Dedos, el cual no había
participado en la revuelta, pero había decidido proteger a su familia dentro de la choza. La posterior quema de la choza por órdenes del
Capitán Rojas y con ello la muerte de todos los refugiados en la choza (salvo
dos supervivientes). Veintidós muertos fueron el resultado de la matanza.
LAS REVUELTAS DE OCTUBRE DE 1934
Estalló
en la noche del 5 de octubre
de 1934 como reacción típicamente antidemocrática,
por la decisión de Gil Robles de participar en el Poder, a lo que tenía pleno
derecho por ser el primer partido en escaños del Congreso y por controlar, con
sus aliados, la mayoría parlamentaria suficiente para respaldar la entrada de
los ministros de la derecha católica en el nuevo Gobierno Lerroux que sucede a
Ricardo Samper, ministros por otra parte, de impecable ejecutoria republicana.
Es
entonces cuando los partidos de izquierda republicana y proletaria, los derechistas
republicanos y los nacionalistas, ponen el grito en el cielo y advierten, por
vía de puro chantaje político, que esa entrada plenamente legal y democrática
de la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas) en el Gobierno,
equivaldría a la ruptura de la República, al hundimiento de la democracia y a
una declaración de guerra a la que los verdaderos republicanos tendrían que
responder con las armas.
La
revolución asturiana fue más intensa y duradera. El Gobierno envió a Asturias
al general Eduardo López Ochoa, republicano y masón, que con escasas fuerzas
regimentales emprendió una marcha brillantísima desde Lugo a Ribadeo y Oviedo
vía Grado y Avilés. Liberada la ciudad por López Ochoa se incorporan a la lucha
las tropas de África -legionarios
y regulares- enviados por Franco
desde Ceuta a bordo de la Escuadra y tres columnas más formadas por orden de
Franco, una desde Galicia, otra desde León y otra desde Santander, mientras el
coronel Antonio Aranda Mata, cerraba los puertos de montaña en Asturias a la
posible expansión revolucionaria. Franco, que conoce a la perfección el terreno
asturiano, pone al teniente coronel Juan Yagüe Blanco al frente de la columna
africana, expulsando a los revolucionarios de la ciudad de Oviedo y se apresta
a penetrar en las cuencas cuando el 18 de octubre de 1934, el líder
socialista Belarmino Tomás pacta con el general López Ochoa la rendición de los
revolucionarios, que habían cometido desmanes incalificables contra el clero,
la población civil, la Guardia Civil e incluso se habían permitido desvalijar
las arcas de algunos Bancos.
La revolución de octubre de 1934 fue una de las
páginas más negras en la historia del socialismo español, reconocido por el
propio Indalecio Prieto, que avergonzado por ello abandonó la bandera de
Octubre a los comunistas. Dolores Ibárruri “La Pasionaria” se convirtió con
este motivo en la estrella de Octubre y el PCE empezó a contar por vez primera
en la política española.